Del seguimiento al testimonio

La Sagrada Escritura no es un escrito que deba ser estudiado; es sobre todo la Palabra que debe ser interpretada. Si solo la estudiamos nuestra intención inmediata será saber más con la finalidad de enseñar; nos preocuparemos sobre todo por solucionar curiosidades en lugar de iluminar y profundizar nuestra existencia. Cuando solo se estudia el interés fundamental está en leer mucho sobre la Biblia, en lugar de encontrarse con su mensaje. Pero lo más grave radica quizás en que nos podemos acostumbrar a ser funcionarios de la Palabra que exigen que otros hagan lo que Dios quiere en lugar de asumir una actitud discipular y compartir honesta y fraternalmente el esfuerzo que nosotros mismos estamos haciendo por encarnar su mensaje.

En esta convicción se ubica el presente esfuerzo. Queremos ofrecer un material que ayude a interpretar la Biblia. Por eso, de los elementos que se ofrecen en cada texto, con seguridad el más importante es el apoyo para la lectura.[1] No es ninguna pérdida de tiempo dialogar con el texto bíblico haciéndole las preguntas pertinentes; al contrario, al acrecentar nuestra atención al texto se favorece su escucha. No exageramos ni decimos que de este primer paso depende, en gran parte, que los demás momentos se hagan de manera más o menos adecuada. Además, solo con la lectura del texto se pueden aprovechar mejor los elementos que se ofrecen como apoyo para su comprensión. Hasta podríamos decir que la lectura adecuada del texto provoca un sano distanciamiento respecto de las ideas aquí expresadas.

Por esto podemos afirmar que, estrictamente hablando, no es un libro de homilías; es decir, no es un libro que se deba usar para repetir a una comunidad los que aquí se expresa como interpretación de ciertos textos. Lo que aquí se ofrece no deja de ser nuestra interpretación, a lo mejor valiosa pero ciertamente limitada. Sí pretendemos poner al alcance elementos de apoyo que faciliten la comprensión de tal manera que se mejore en la interpretación y actualización del mensaje de la Palabra de Dios. Y es que no se trata de generar dependencia sino de ayudar a que se tenga una experiencia de encuentro con la Palabra para ir suscitando una actitud permanente de escucha de su mensaje de vida.

De ahí que el subtítulo del libro sea precisamente itinerarios de encuentro con la Palabra pues se trata de hacer camino al andar. Es cierto que muchos han andado por sus senderos y eso nos enriquece, sin embargo, de ninguna manera suple nuestra tarea y responsabilidad de hacer nuestro propio itinerario de encuentro. Debemos saborear lo que otros han gustado; necesitamos ver lo que muchos han visto. Y sobre todo, necesitamos convencernos desde nuestro propio corazón, de los principios, valores y razones que a muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia les ha dado sentido a su existencia.

Agradezco al P. Guillermo Morales, director nacional de OMPE, su apoyo y confianza para la publicación de este material. También le doy las gracias a Mons. Fabio Martínez Castilla, obispo de la diócesis de Cd. Lázaro Cárdenas, así como a su presbiterio por el apoyo y cercanía fraterna.

Igualmente agradezco mucho las observaciones y correcciones que hicieron sobre el escrito final mi hermano Feliciano Tapia y el P. Dante Jiménez. Gracias a ellos el presente escrito creció en calidad.

Hagamos pues el esfuerzo de acercarnos a la Palabra consientes ciertamente de que las preguntas se multiplicarán pero también con la certeza de que se acrecentarán las razones para ser auténticos discípulos misioneros del Señor Jesús.